De Madrid al suelo
01/11/2009   Lecturas: 6.907

Publio

Desde que volvió de Copenhague aturdido por el golpe y con la mochila vacía (algo huele a podrido en Dinamarca) el alcalde de Madrid, Gallardón, está que no está en ná.

Y no es que los madrileños le hayan echado en cara su olímpica decepción al alcalde más viajado del orbe. Todo lo contrario, su conducta ha sido ejemplar, se han expresado con un silencio como no he conocido muchos, un silencio como el que se puede escuchar en la Maestranza de Sevilla cuando algún torero pega el mitin. Tal vez es que el ciudadano medio ha preferido tragarse este sapo a admitir que en esta ocasión Madrid no tenía nada que hacer. Que es lo que en su día le advirtió Samaranch, presidente de honor del COI, y lo que tan celosamente nos ha ocultado este truhán político.

En su huida hacia adelante, Gallardón ha agarrado seiscientos millones de euros (diez mil millones de pesetas) de la caja municipal que tantos sacrificios nos cuesta llenar a los madrileños y se ha largado a correr mundo (Mambrú se fue a la guerra, mire usted, mire usted qué pena) capitaneando a una tropa en la que había de todo -desde gente principal a antiguas novias de no sé quién- dispuesto a tirar la casa por al ventana (¡ea! que no nos falte de ná) Si algo no le ha fallado a este simple ha sido la logística: ¡Cuánto pedo para cagar aguado!

Así que, a su regreso, el sonado adalid de tan funesta compañía nos presentó en una rueda de prensa las cuentas del Gran Capitán. Al final, vino a decirnos, no es que este mastuerzo se haya pulido diez mil millones de pesetas en la batalla, es que casi nos sale gratis repartir lascas de jamón del bueno desde la China hasta Burdongo.

De hecho, tan provechosa ha sido la expedición de este magallanes improvisado, nos ha salido tan barata que, para celebrarlo, nos regala a los madrileños ¡un nuevo viejo impuesto! A ver si me explico: que nuestro caudillete ha vuelto trayendo bajo el brazo un regalo ¡sorpreeeeeesa! para la familia madrileña que no es una sirenita para ponerla sobre el televisor sino un recibo escalofriante por recogida de basuras hasta para las plazas de garaje. Pero este impuesto existe ya y se incluyó hace algunos años en un recibo unificado con el del impuesto de bienes inmuebles y otros, para comodidad del Ayuntamiento, que así se ahorraba una multitud de trámites costosos. Parece que el satrapilla contaba con la desmemoria popular para tan gravoso regalo. Al cabo, si de algo le vale al Partido Popular mantener a este césar visionario (valioso activo político, le llaman los suyos) es para que los socialistas se justifiquen poniéndole, con razón, de ejemplo de dilapidador y manirroto.

A su vez, para darle la bienvenida, varios jueces han dictado sentencia contraria a ciertas medidas punitivas creadas por Gallardón para subir la recaudación abusivamente. Que es como ha triplicado el impuesto por bienes inmuebles en pocos años y multiplicado las multas por qué se yo cuánto. Un demócrata se hubiera sentido automáticamente desautorizado ante la reiteración de sentencias, pero Gallardón no, Gallardón da una larga cambiada, masculla algo sobre recursos y litigios ganados y espera que olvidemos pronto. Allá él.

Mientras tanto, Madrid sigue como desde que Gallardón se hizo con la alcaldía: en un caos de obras que ora arruinan al comercio ora matan al joyero que cayó en una zanja. Ver a los viandantes exponiéndose entre vehículos, maquinaria y vallas metálicas causa pavor. Nada que no sucediera la legislatura pasada con el soterramiento de la M-30. No habiéndose producido una investigación legal de responsabilidades, se agradece que al menos el faraón no haya reclamado a la familia del joyero una indemnización por ensuciarle la zanja, como harían los albertos.

Las medidas de seguridad exigidas en España para una reforma que hicieran Pepe Gotera y Otilio, desaparecen si las obras son responsabilidad de cierta clase política. Casa Nostra. Cosa Nostra.