El talento de España
28/02/2006   Lecturas: 8.598

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Que lo hay, y destaca de vez en cuando.

La semana pasada los medios de prensa se hacían eco de la magna exposición en el Museo de Arte Moderno (MOMA) de Nueva York de la obra de 40 arquitectos españoles de actualidad. Hablamos de una de las arquitecturas de más relieve en la vanguardia mundial.

No es una casualidad, la arquitectura española prácticamente sin ningún tipo de relevancia, comprensión o apoyo institucional en nuestro país y fundamentada esencialmente en las bases intelectuales de los maestros de los años 60 a 70 de las escuelas de Madrid y Barcelona (Sáenz de Oíza, Carvajal Ferrer, Fernández del Amo, Oriol Bohigas, Fullaondo, Vázquez de Castro, Coderch, José Antonio Corrales y Vázquez Molezún, Rafael Moneo, Fernández Alba, Sostres y tantos y tantos otros que no consigno aquí por brevedad) Ha ido desarrollando desde entonces generación tras generación de estupendos profesionales de gran formación académica y humana que más pronto que tarde tenía que ser reconocida y recompensada.

Mientras, en España no existe a día de hoy un Museo Nacional de Arquitectura que guarde la valiosísima documentación de estos maestros y ni siquiera está vigente el antiguo Premio Nacional de Arquitectura.

La libre participación de los arquitectos españoles en los concursos nacionales e internacionales de arquitectura ha ido dejando un rastro innegable de calidad que raramente se encuentra en otras esferas de la vida nacional. En cualquier municipio español, por pequeño que sea, puede encontrarse hoy obras de arquitectura que alcanzan una altura soberbia de racionalidad y arte edilicio concebidas por arquitectos muy jóvenes, de mucha vocación y muy
bien preparados.

En paralelo, la semana pasada también, la crítica internacional reconocía entre los tres mejores cocineros del Mundo a dos españoles: Ferrán Adriá en primer lugar y Juan María Arzak en tercero (el segundo lo ocupaba un francés). La reflexión es necesariamente la misma: en los últimos años la creatividad, ganas, audacia y calidad de los cocineros españoles (prefiero ese nombre al de restauradores) crece exponencialmente.

Tal vez España necesitaba un poco de crecimiento económico para que sus profesionales mejor preparados y dispuestos pudieran manifestarse a la altura que verdaderamente les corresponde en el panorama internacional. Y, de entre ellos, parece que los más libres, los que no han hecho depender su talento de dádivas ni subvenciones gubernativas, los que consiguen con su trabajo sus obras y sus clientes y se miden libremente contra otros gigantes extranjeros, son colocados más allá de nuestras fronteras en cotas sobresalientes.

Al tiempo en suelo patrio, los peripatéticos, los títeres, la seborrea de la cultura sigue chantajeando gobiernos para que sostengan su molicie y su precariedad. Y cuanto más débil la creatividad más se revuelcan en el lodo de sus goyas, de las fiestas y premios creados para y por ellos mismos, donde no faltará jamás cualquier ministrín socialista ni una televisión pública que les dé un relieve que no tienen, disfrazado todo de espectáculo y supuesto glamour. Claro que, a cambio, esta casta de bien pagaos, opera como una turba fácilmente movilizable cuando el partido lo requiere. Quien haya visto estos días la violencia de las masas islámicas contra las caricaturas danesas, recordará a estos artistas movilizados en España frente a la segunda fase de la intervención aliada en Irak, en algaradas y asaltando sedes del partido del anterior gobierno (en la primera fase no, porque la comandaba uno de los suyos).

De Despeñaperros p’arriba no se torea, se trabaja dijo un famoso torero andaluz. Pues algo parecido.