El expreso de medianoche
17/09/2008   Lecturas: 7.691

Publio

Han transcurrido escasamente treinta años para que pasemos de ver una denuncia sobrecogedora (Alan Parker/Oliver Stone) del funcionamiento del régimen turco, a tener que sufrir a un socialista descerebrado, en funciones de presidente del gobierno de España, que se larga a Turquía a lamerle el culo al presidente Erdogán gratis dato.

Es el día en que se hunde la economía mundial como nunca antes en más de un siglo; el día en que los bancos españoles y todos sus accionistas -entre los cuales hay millones de trabajadores nacionales y extranjeros- pierden la cantidad equivalente al presupuesto de un año del Ministerio de Defensa. Pues ese día, digo, este presidente insensato se encuentra en Estambul, dorando la píldora al musulmán para ver si le replica que su puta Alianza de Civilizaciones es la gran ocurrencia desde el Descubrimiento a esta parte. Tan necesitado anda de legitimación internacional que marra por el Tercer Mundo olisqueando un chusco como un perro flaco. Y es que, ante el muslime, le alababa las cualidades librepensadoras que, siendo español, ignoro si en España se habrán dado, pero ¿en Turquía? ¿En Turquía, donde el moro ha empleado centurias hostigando y combatiendo a los cristianos del Mediterráneo hasta convertir el Partenón en polvorín? La crisis para este orate no existe, pero ayer España entró en ella, como una novia, por la puerta grande ¿Cuándo la superaremos? En marzo de 2008 según el socialismo español. Juzguen ustedes mismos.

Y como en España no hay crisis, ayer tenía que salir el segundo de Zapatero, el coruscante Pepino Blanco ¿quién mejor? a explicarnos el estado del sistema financiero español desde sus vastos conocimientos de mediocre bedel de instituto de pueblo de tercera, de región de segunda.

Pero España vuelve a arrastrarse por un estado calamitoso cuyos orígenes se encuentran en todos los gajes y tics de nuestra izquierda cavernaria y analfabeta.

Un país –el país de El País- que es ya el paraíso mundial de las abortistas; un país con unos niveles de drogadicción y narcotráfico que nos recuerda a los diputados socialistas fumando desafiantes hachís en el Parlamento; un país que anda en el puesto cuarenta y tantos en la confianza de los inversores internacionales; un país que gasta en investigación menos que Malta o Chipre, cuando los predicadores de la izquierda prometían portátiles en cada pupitre de las escuelas; un país que se queda solo entre las democracias en su hostigamiento a la Iglesia Católica y a los Estados Unidos de Norteamérica; un país que se jacta de ser la octava economía del planeta pero que no tiene una sola universidad entre las quinientas mejores del Mundo; un país cuyo sistema educativo es, según los informes internacionales, uno de los más degradados del Mundo; un país en el que se sortea el acceso al estudio de un idioma en vez de facilitárselo a los estudiantes más esforzados; un país en el que las becas corren suerte semejante; un país con un sistema penitenciario que es un regalo a la delincuencia; un país con unos niveles de violencia doméstica y callejera escalofriante; un país cuyos gobernantes padecen diarrea legislativa pero luego no habilitan un duro para que las leyes se lleven adelante: legisladores de boquilla; un país en el que la corrupción municipal no conoce precedentes; un país que renuncia a la energía nuclear mientras la factura de la importación energética le desangra día a día; un país en el que el 60% de las familias perdieron a chorros poder adquisitivo el pasado año, mientras la matusalén del Gobierno predica emperifollada que nunca se ha vivido mejor; un país sin sindicatos que defiendan a los trabajadores porque son sindicatos de partido costeados por el Estado; un país con un sistema judicial demolido por el conchabeo de los partidos; un país en el que se confunde representación política parlamentaria con depósito absoluto del poder popular; un país que, en cuatro años de mandato socialista, ha pasado del puesto 21 al 39 en el escalafón de países más libres; un país en proceso de rotura, alentado desde el poder central, que traza oscuros pactos con los reyezuelos de las taifas; un país que ya no pinta nada internacionalmente porque su diplomacia es un conjunto de bufones y aficionados... Duele seguir.

Ayer, también, empezaba el nuevo curso para los niños en edad escolar. El carnicero del Hiper Usera y, después, un taxista me comentaban rabiosos que no habían conseguido guardería pública para sus hijos por falta de puntos. Una idea estrella de la burricie socialista cómodamente adoptada por la derecha acomplejada y, según la cual, después de entregar al Estado un 60% de lo que gana (de sudor y de vida) en impuestos, un español medio no tiene derecho a nada y debe costear en servicios privados todo aquello que está pagando a otros: un estado -como todo estado socialista- en el que lo inútil es trabajar y esforzarse y lo inteligente es ser una rémora social que vive de los demás. Un estado en el que no llegas a tener dinero para comprar una vivienda en el mercado libre cuando ya se la has pagado a quienes no aportan un centavo a la comunidad.

Así las cosas, lo mejor que pueden hacer estos trabajadores es reunir en un parque a sus hijos para que, con suerte, se les acerque la ministra ¿de Educación?, Sra. Cabrera de Arenillas, a darles su primera lección de Educación para la Formación del Espíritu Nacional de la Ciudadanía Socialista y que, después, la vieja vicepresidenta les remate con un mitin en el que les convenza de lo mala que puede ser una España en libertad. Para cerrar la lección al aire libre, Cándido Méndez, notable sindicalista, explicará a las criaturas cómo pelar la gamba gaditana o visitar la tribuna del Real Madrid en los grandes acontecimientos.