Comernos el coco
26/05/2012   Lecturas: 5.926

Catilina

Como un delito de abandono de la familia, se considera en España la educación en casa de un hijo (home schooling). Los padres-profesores no es que se ocupen más, es que abandonan a su familia. Conclusión: hasta seis meses de prisión. Es el único caso de Europa junto con Alemania, que aún conserva una ley prohibitiva heredada del Tercer Reich, de la época de Adolfo Hitler.

De manera que si es usted un padre preocupado por la educación de sus hijos y está de sobra preparado para enseñarles las materias oficialmente establecidas -lo que en esta España de burrición socialista generalizada no es tan difícil- ya está el Estado mamut para prohibírselo. No, razón no existe ninguna, es que el leninismo rampante – PSOE, PCE y PP- no piensa correr el riesgo de que algún ciudadano piense. Ni hoy ni mañana.

¿Cómo, si no, se puede sostener un régimen de castas privilegiadas, rígidamente estructurado para mantener a su población engañada en los mayores índices de desempleo del Mundo, vendiéndoles que viven en un Estado de Bienestar, cuando, los pocos que trabajan, trabajan la mitad del año para sostener este grandioso aparato de fuegos de artificio? Por supuesto, evitando que abandonen el recto camino.

Aquí, si hay un imbécil al frente del gobierno –un caso- es sencillo y sale barato decir a los ciudadanos, pavlovianamente enseñados, que sabe bien lo que hace.

Aquí, un político ladrón se retira en olor de multitudes (sobre todo, de multitudes socialistas que, cuando son los suyos, no hay delito que condenen) con tantos áticos, dúplex o piscinas, que no podría demostrar matemáticamente haberlo ganado en cinco vidas de trabajo, pues no falta un editor cabrón que le costee la edición de un libro que le negaría a Jorge Manrique.

Aquí, una funcionaria temosa y desprovista de otra capacidad de análisis y talento que no sea repetir el temario, llega a un puesto de privilegio y coloca a su parentela en puestos de privilegio de confusas corporaciones a las que, la autorización gubernamental de una subidita de la cuota fija mensual, puede suponer cientos de millones de euros de beneficio.

Aquí, otra funcionaria de ínfima categoría, por el hecho de estar casada con alguien que ha sido algo, tiene reservada una alcaldía de relieve mediante el invento de la democracia hereditaria.

Aquí, un político puede haber sumido a la mayor región del mapa nacional en un estado de pobreza absoluta, después de dilapidar treinta años de transferencias sin cuenta de fondos nacionales y europeos, que puede llegar a presidir su partido.

Aquí, unos nacionalistas independentistas pueden quemar la bandera nacional, pitar el himno común, o insultar a quien les venga en gana, porque ahí estará para lavarles la cara –y, si es necesario, el culo- la izquierda aberroncha; la más demagoga, analfabeta y demencial que ha dado Europa; la cara B de la Iglesia Católica (como tan acertadamente señala César Vidal).

Aquí, el jefe del Estado puede haberse paseado de país en país, presentando a una acompañante incierta como la reina de España sin ninguna consecuencia, cuando debiera haber sido depuesto de forma inmediata.

Y así sucesivamente... Esto no es una nación, España es una pocilga a punto de reventar como Fukushima.

Es español aquel que no puede ser otra cosa” , me dijo un día un socialista orgulloso de la frase... Yo creo lo mismo. Es la España que ha dejado el socialismo después de ahormarnos en una estructura que Mariano el democristiano no tiene la mínima intención de tocar. Y, para eso, es imprescindible que nadie piense, y menos por su cuenta.