Monseñora
11/04/2006   Lecturas: 9.302

Publio

Hace poco más de dos años, llegaron como los otros (los de la oposición) pero pronto comprobamos que en sus propósitos eran peores que los hunos (los de Atila).

Llegaron en tromba como si la energía cinética del Prestige o el Yakolev les impidiera detener su curso imparable, como si su propia obra les impulsara, a su pesar, más y más adelante, desconocedores del fin. Llegaron como benimerines enajenados por qué se yo qué bárbara doctrina, qué feroz ideal que les impidiera meditar un instante. Llegaron como beocios borrachos de mentira pero sedientos de mando y de revancha contra el poder legal. Llegaron como auténticos bezones contra la democracia, arietes manchados con la sangre de las víctimas de Atocha –esos que para ellos están ausentes-, que olían aún a humo y a carne quemada; asaltasedes con las manos sucias de violencia, ignorancia y precipitación. Llegaron como afrentosos del Estado de Derecho y como valedores de la ley de Lynch.

Dicen a los demás que no han superado la derrota, pero lo cierto es que ellos no han superado la victoria, porque una victoria así no se supera, se arrastra. La condena libera al criminal de su culpa ante la sociedad, pero no limpia el crimen de su propia conciencia, ni de la memoria colectiva. Llegaron como se fueron.

Y, tras llegar, el vacío; una vez se hicieron con el poder se encontraron con lo que de verdad había tras ellos: ferocidad, palabrería, nada.

Después lo inevitable: el disfraz y todo un coro de plumíferos (Felipe González) mendaces que convencen al reyezuelo de que no va desnudo. Nos queda presente, eso sí, la memoria ridícula de un grupo de ministras sin más mérito que resultar de una cuota, satisfaciendo desde el poder sus fantasías de modelo de pasarela –el oficio en que la mujer es explotada hasta la extenuación-. Modelos de culo gordo y más feas que Picio.

Una hay que hasta le cogió gusto a la cosa y en cada intervención semanal se afana por vestirse un nuevo traje o un nuevo disfraz. Es nuestra Vicepresidenta, la Mortadela del gobierno socialista. Dizque a nuestra Mortadela, Zapatero (Crispín para los amigos) la coloca su coroza de Presidente cuando no quiere aparecer como responsable directo de sus zapatadas. Así ocurrió el día 30 con el statut de los cojones cuando un apabullante 54% de diputados parieron un ratón.

Lo de nuestra vicepresidenta es auténtica pericia para confundirse con el terreno, que dirían los militares: no hay continente que se le resista: igual se disfraza de abecedeta diputada que de aldeana de Maputo. ¿Qué hay que bailar? Pues ella baila ¿Qué hay que defender un estatuto anticonstitucional? lo defiende. Es como la mona gitana: la visten de flamenca, la ponen la peina y ella da pingoletas hasta la extenuación.

Eso fue justamente lo que ocurrió el día que Benedicto XVI nombraba cardenal a monseñor Antonio Cañizares. ¿Adivinan quién no faltó en el Vaticano? Correcto: la Vicepresidenta que aquella mañana se hacía la pregunta trascendental: ¿qué me pongo hoy? Seguro que por un momento vinieron a su memoria las imágenes de los desfiles de trajes sacros de la Roma de Fellini, y se vio fascinada por los tocados de las monjas que se balanceaban en el aire como alas ingrávidas. Pero le pareció poco ¡Este es el momento! Se dijo. El momento en que una socialista después de veinte siglos plante cara a la todopoderosa Iglesia de Roma y le cante las verdades del barquero ¿Por qué las mujeres no podemos ser curesas de cuota? ¡Verás mañana mi foto en la portada de El País y ABC! Así que se disfrazó de cardenala, la cardenala 194. De Mortadela a Monseñora, nada menos, que iba al Vaticano a establecer "un diálogo político al más alto nivel entre dos Estados". En fin, la osadía de los socialistas que es solamente proporcional a su idiocia .

Por un momento, como la protagonista del chiste ¿Y quién es ese hombre con capelo blanco que está al lado de De La Vogue? se sintió nuestra vicepresidenta henchida de orgullo y de placer, con la sonrisa del macaco autosatisfecho, bajo la atenta mirada del Mundo entero que llevaba esperando centurias su llegada a esta Tierra de machistas.