El charnego violento
03/04/2007   Lecturas: 9.209

Catilina

En una rueda de prensa presentada por la Vicepresidenta del Gobierno (De la Vieja), el patético candidato del PSOE a la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas, de Promociones Simancas, aseguraba que si ganaba las elecciones no se manifestaría nunca contra el gobierno de la nación fuera del partido que fuera. La declaración me pareció muy interesante por cuanto no prometía lo mismo en caso de perderlas, es decir, quedar en la oposición. Hemos de creer que entonces sí, entonces se manifestará como hace ahora contra Esperanza Aguirre.

Lo cierto es que Simancas, de Promociones Simancas, está en una situación tal de descrédito que da lo mismo lo que haga. Escasos días después de exigir a la Presidenta de la Comunidad que no dijera tonterías por denunciar las acciones de boicot en el Metro de Madrid y emplazarla a investigar, la policía desvelaba los casos claramente delictivos, hasta más de veinte. Aún así, los sindicatos convocaban una manifestación porque se sentían señalados. ¿Por qué se sentirán así? Ya no les cuento cuando dijeron que el gobierno autonómico crispaba al investigar los boicots. Vamos, que a nuestra izquierda le crispa la policía, no el delincuente.

Esto no es sino la continuación del clima de violencia golpista con que el PSOE se hizo con el gobierno de la nación hace tres años. No había pancarta tras la que no se colocara nuestro actual Presidente, Zetapé, con varios adláteres siempre solícitos como Rafael Simancas, de Promociones Simancas.

Invitado en varias ocasiones por el líder de la Oposición a condenar la violencia de aquellos actos en que había participado el partido socialista, Zapaté siempre se ha negado en redondo, dejando claro que la respaldaba si no que la comandaba. Claro, aquello era la voz de la calle, que así se autoproclamaban. En el mejor de los casos, pretendían que se trataba de incontrolados, pero la detención de cargos políticos socialistas en actos de violencia contra miembros del Partido Popular durante la campaña del último referéndum en Cataluña, dejó claro que el partido de la violencia, el partido fascista, el partido antidemocrático por excelencia del panorama político español es -como lo fue en el siglo pasado, hasta arrastrar a España a la Guerra Civil- el partido socialista, PSOE.

Claro que jamás llegaron a pensar que oirían la verdadera voz de la calle; no la de unos cuantos exaltadillos deseosos de bronca para sumarse a lo que sea (de la antiglobalización a la entrega de Navarra a ETA) sino la voz de verdad, la que se cuenta por centenas de millares cada vez. Una voz que se ha manifestado por millones de seres en las calles de toda España contra Zapatero reiteradamente; una voz que se ha expresado a través de su firma, sumada a la de poco menos de cinco millones de almas más; una voz que no está dirigida ni va tras la estela de cinco titiriteros ponemanos. Jamás en la Historia (con mayúsculas) de la Humanidad, un dirigente político ha conseguido en contra suya tal grado de contestación, tal grado de repulsa. Busquen, si no, por si encuentran un caso parecido: Zapatero es único.

Durante la campaña del referéndum catalán (el del pucherazo radiado) Zetapé se jactaba de poder caminar libremente y sin riesgo por las calles catalanas. Ninguna prueba mejor de que él estaba tras la violencia. La misma violencia que convocaban los socialistas este fin de semana en Cataluña a golpe de móvil, invitando a atacar las sedes del Partido Popular.

Habiendo visto la última muchedumbre reunida en Madrid por el Partido Popular, si yo fuera socialista sería más prudente. No quiero imaginar qué harían esos casi dos millones de almas si espontáneamente atacaran airadas las sedes madrileñas del PSOE, o los domicilios de relevantes socialistas. Solo pensarlo espanta porque la violencia social, cuando se desata, es imparable. Conviene que refresquen la memoria y mediten sobre sus actos de hace setenta y cinco años.