Farruquito
26/08/2005   Lecturas: 12.549

Publio

Parece sintomático que la juez del caso esperase al primer día de Agosto, el más convulso del año por la salida y entrada en vacaciones, para hacer pública la sentencia del caso Farruquito; un día en que la operación salida de todos los vehículos que van a moverse por España cautiva prácticamente toda nuestra atención.

Para los que nos leéis y no sois españoles (bastantes de nuestros visitantes) os informo que Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito es un joven gitano, bailaor flamenco de éxito, procedente de una dinastía (Farruco) con gran reputación en este arte. El caso Farruquito se produce porque Juan Manuel, que carece de permiso de conducir, se va a una tienda de automóviles de lujo, adquiere uno de alta cilindrada que pone a nombre de otra persona y, sin seguro, conduce el vehículo a gran velocidad en la noche y por una de las calles del centro de Madrid más concurridas, causando la muerte de un peatón que atravesaba la calzada correctamente por un paso de peatones. Se da a la fuga sin socorrer al atropellado y miente a las autoridades imputando el delito a su hermano que, al ser menor de edad, en España no puede ser objeto de sanción grave. De manera que el hermano colabora en la trama de ocultación de responsabilidades a que hubiera lugar. Solamente porque la Policía sospecha de ellos e interviene sus teléfonos, meses después del atropello detiene al bailaor que se declara culpable.

El proceso se ha visto trufado de todo tipo de situaciones típicamente españolas y típicas de un país atrasado, en que la Justicia es algo ajeno a quien tenga una determinada relevancia. En un cierto momento, una patulea de artistas (así se llaman ellos mismos, ignoramos por qué), plantea hacer un homenaje, pero no para el muerto, no para recaudar fondos con que ayudar a una familia que habrá quedado en una situación precaria. ¡Un homenaje a Farruquito! Increíble pero cierto. A tal grado llega la abyección de esta gentualla movida exclusivamente por intereses de clase.

Desde un principio, la juez ha dado a Farruquito un trato de privilegio que ha hecho correr ríos de tinta y que presagiaba lo que luego ha sido la sentencia. Aunque les cueste creerlo, Farruquito, después de todos los delitos perpetrados no ha visitado el calabozo ni una sola noche. Ni lo visitará, porque carece de antecedentes penales y porque la pena impuesta es de 16 meses, inferior a dos años.

Para ello, la jueza ha admitido como atenuante ¡que se confesó culpable del atropello! ¡¿Cuándo?! ¿Después de que la policía esclareciera su participación? ¡que antes de huir y abandonar al cadáver observó que le socorrían otras personas! Como hay otros que ayudan, yo salgo corriendo para eludir mi responsabilidad y encima me cuenta como atenuante. Pero aún hay más, pues admitió como atenuante ¡que ofreciera a la familia de la víctima 140.000 euros (110.000 dólares) durante el juicio! En según qué juzgados españoles, como pueden ver, se puede comprar la atenuación de una pena ¿Y si Farruquito no hubiera dispuesto de medios suficientes para ofrecer esa cantidad a la familia sería más culpable?

Son cosas que pasan, decía en televisión una tía de Farruquito, y es verdad; pero hace meses pasó en un poblado gitano, donde un camionero, dando marcha atrás atropelló y mató a una niña gitana. Cuando se presentaron en el lugar la Policía y el Samur, los gitanos habían asesinado al camionero, que presentaba al menos 200 puñaladas por todo el cuerpo. Como ven, son cosas que pasan, pero que se saldan de muy diferente manera según qué casos.

El fin de semana anterior a la sentencia, en España se producían tres atropellos con resultado de muerte y conductor huido. Tal vez, sería una suerte que un caso de éstos se cebara sobre el marido o algún hijo de esta juez, porque es posible que, en el próximo caso, se mostrara más sensible con la víctima que con el homicida.

Es muy duro tener que decir algo así, pero a veces se hace necesario.