Telecinco, doce meses doce causas
28/03/2006   Lecturas: 12.132

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O eso es lo que nos han venido diciendo durante meses en las entradas de sus espacios publicitarios la televisión en España del italiano Berlusconi.

Y es que la cadena viene desde hace tiempo jactándose de sostener su apoyo a una serie de posturas que se oponen, por ejemplo, a cualquier situación de violencia, desde física a económica, inferida a los más desprotegidos. En eso, está claro cualquiera de nosotros estamos con la cadena de Berlusconi.

Hace un par de semanas, pudimos ver cómo el primer ministro italiano, durante una entrevista televisada en Italia, se levantaba del asiento y se marchaba dejando con la palabra en la boca a su entrevistadora porque, en su criterio, la periodista de izquierdas no le dejaba responder con libertad ni hablar de aquello que a él le interesaba transmitir a su público.

A mí la postura de Berlusconi me parece aceptable. Cierto sector del periodismo internacional militante se ha propuesto imponernos no solamente un único modo de hacer periodismo sino de entender la realidad, y todo lo que se salga de sus directrices se corta ideológicamente de cuajo, porque eso no nos importa a los ciudadanos, según dichos periodistas. El problema es que, en una encuesta mundial, casi el 80% de los periodistas mostraban como vocación la de cambiar el Mundo, no la de contarnos día a día cómo es éste realmente. Una mayoría de periodistas muy ideologizados se sienten ungidos para realizar una labor que no les compete, que nadie les solicita, para la que nadie les ha votado y cuyo sentido no explican; no nos anticipan, para que tengamos claro, hacia dónde quieren llevarnos. Así que, para mí, bien por Berlusconi, con la única crítica de que no predique con el ejemplo en su televisión. Al menos en España.

Porque en España la televisión de Berlusconi, al tiempo que predica unos valores, se encarga de su inmediata demolición en su programación. Especialmente en sus informativos, estrechamente vinculados a los intereses de la extrema izquierda española en sus directrices ideológicas. Aún conservamos en la retina las imágenes de la virulencia de los informativos de Telecinco cargando contra el gobierno de Aznar, fiel aliado europeo de Berlusconi, y en los tímpanos los silencios clamorosos de ahora mismo.

Ayer, en un documental, se supone que informativo, se mostraban los desastres causados por algunos de los últimos ciclones en distintos países del Mundo para, en boca de ciertos expertos en cambios climáticos, explicarnos la posibilidad de que los mismos puedan darse en un futuro sobre España, como consecuencia del efecto invernadero causado por el envío de ciertos gases a la atmósfera. Algún informativo de la cadena ha llegado a plantear la posibilidad de que se produjeran ciclones tropicales ¡en Holanda!

Alguien podría anticipar que los expertos en cambios climáticos serían sesudos catedráticos, académicos ancianos de cejas quemadas por la luz de las bombillas y dedos ya gastados por las páginas de los libros, que hablarían lenguas extrañas y que formarían parte de las más avanzadas escuelas de Ciencia de Rusia (o la extinta URSS) o dictarían lecciones en las principales universidades de Norteamérica, Alemania, Japón o Inglaterra. Entonces, ese alguien desconoce los informativos de Telecinco, donde sientan doctrina no los mejores climatólogos del planeta sino ¡de Ecologistas en acción! en España. Gentes que con veintipocos años disputan a los más brillantes estudiosos y eruditos del Mundo la autoridad para decir cuatro memeces en una cadena a la que lo único que le interesa es el espectáculo entendido al más puro estilo Sardá: ni un vestigio de principio por primario que éste sea.

Doce meses para doce causas y doce días para echarlas abajo. ¿Violencia de género? Como la llaman ellos, siguiendo a pies juntillas toda la jerga de la izquierda palabrera. Pues dejen un Gran Hermano a la cadena para que una criatura motera, o legionaria, o lo que sea, haga mediante la violencia verbal, de la convivencia un infierno.

Un infierno de cocina, o una cocina de infierno o yo qué sé qué invento se convierte en sus manos en un götterdammerüng bochornoso, el ocaso de los dioses de una mosca vinosa ebria de egolatría y soberbia haciendo del insulto al prójimo, la vejación del joven y la calumnia a todos, el espectáculo que la cadena –más del inodoro que nunca- necesita para aumentar audiencia al coste que sea. Incluso al precio de que sus asalariados alaben a lo largo de los programas de la jornada todos estos vicios como valores supremos del que todo lo dice a la cara.

Y, a mí, todo esto me trae la memoria del chiste aquel del tonto, sólo que con alguna variación: Telecinco, por el culo te la hinco. Permítanme que no lo diga por la espalda.