La Revolución Cultural de Zeta Pe I
17/03/2010   Lecturas: 7.162

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El régimen de Mao en China constituyó una de las mayores tragedias humanas del siglo XX, aunque no siempre se lo pareciera al observador exterior. Al morir Mao, hacía 10 años desde que el líder visionario retirara su impulso a la Revolución Cultural apoyado en el Ejército Popular de Liberación, pero los chinos aún padecían sus penosas consecuencias. Le sucederán dos represaliados: Hua Kuo Feng y, tras él, Deng Xiao Ping (esos flojos individuos de Pekín que se mostraban blandos con Rusia). Deng se presentó como una vuelta a la cordura y despreciaba los valores de la Revolución Cultural, consideraba que las escasas óperas que produjo la postrera etapa maoísta no eran más que tañidos de gong y redobles de tambor (sin embargo, tras escuchar a la Filarmónica de Viena, exclamaría Esto es a lo que yo llamo verdadero alimento para el alma) A sus setenta años Deng constituía una vuelta a la disciplina. Creía en la Ley, en el trabajo, en el orden y en el esfuerzo y no dudó en denunciar que muchos de los miembros del partido sólo amaban la lisonja, o eran individuos complacientes y de mente confusa, que no estaban bien educados y que exhibían un nivel inferior al estándar y, además, que ya no les preocupaban las privaciones de las masas. Cubiertos por el polvo de la burocracia, se habían convertido en gandules arrogantes, seres perezosos interesados únicamente en el placer e imbuidos de una ideología de privilegios Nada que no pudiéramos imputar hoy a los funcionarios de los partidos políticos españoles y a los sindicalistas de extrema izquierda.

Volviendo la vista atrás, recuerdo las imágenes de aquel Zeta Pé que, siendo líder parlamentario de la oposición, se ponía al frente de cualquier manifestación (Rodríguez Pancartero le apodaron) sumándose a los comunistas en cualquier algarada callejera para vocear consignas; e, igual que conjurara Mao la fuerza brutal de la juventud iletrada, recuerdo las imágenes de su partido sitiando, junto a comunistas y antisistema, sedes del partido gobernante en una actitud de práctica sedición, durante las jornadas que precedieron a la convocatoria electoral que le elevaría al poder. Le recuerdo a él, en persona, mintiendo y manipulando la jornada del 11M trasladándose de medio en medio de comunicación. Invocado meses después en el Parlamento, Zeta Pé jamás condenaría la violencia de aquellas jornadas (...el presidente Mao dice que no hay construcción sin destrucción... ) No poco aliento encontró en ciertos sectores del protocomunismo disfrazados de intelectuales (la asunción del poder político depende de los cañones, de los fusiles y de los tinteros) Ondeaban los estandartes y banderolas rojas con las letras ZP paseados por renovados hung wei ping.

Ya en el gobierno, hizo de la turbia y veterana ex ministra De la Vega su Chiao Ching, en quien encontró la inspiración ultra y feminista de su revolución en marcha. Convirtió la consigna todos contra el PP -una consecuencia del pacto del Tinell- en una forma de totalitarismo respaldada por los partidos independentistas que encontraron en él la cuña contra España como nación (una idea discutida y discutible). En realidad, no innovaba, sino que seguía y aumentaba la tendencia leninista del socialismo español de confundir partido y Estado. Su antecesor, Felipe González, llamaba a la oposición bloque inconstitucional.

Al frente del Ministerio del Interior colocó a un ex juez amigo de la infancia, que procedió a la detención selectiva de militantes del Partido Popular (el poder político es en realidad el poder de oprimir a otros) No tardaría en evidenciarse la infiltración de los cuerpos policiales por aparatchiks del partido socialista como antes de la guerra civil española del siglo pasado.