Educación para la masonería
08/12/2006   Lecturas: 12.664

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Uno de los aspectos más significativos del gobierno de Azaña, durante la Segunda República, fue su declarado y arbitrario anticatolicismo. El jacobino presidente (estoy absolutamente de acuerdo con Pío Moa en el término) puso proa a las instituciones católicas de manera gratuita, descabellada y, por supuesto, antidemocrática, en lo que ello no respondía al sentir mayoritario de los españoles en su conjunto.

Pero si este anticatolicismo estaba al margen del sentimiento popular mayoritario, era respaldado por un amplio sector en el Parlamento, y no solamente -como hoy- por las formaciones de ultraizquierda ¿Por qué?

Hoy se sabe que, aproximadamente un 60% de los parlamentarios españoles pertenecían a la Masonería ¡casi dos tercios! Y la primera pregunta que surge entonces es ¿a quién representaban estos parlamentarios? Porque el 60% del pueblo español no militaba en la Masonería; es más, la Masonería era un reducidísimo círculo de elites (políticas, judiciales, militares, administrativas, empresariales...) todo menos representativo del español medio. Para mí, está claro que los distintos congresos de diputados de la Segunda República no eran representativos del pueblo español, si acaso de intereses muy minoritarios como los monárquicos absolutos o los masónicos, tal como hoy son marionetas de los aparatos partidarios de cooptación de poder.

Durante la Segunda República -como en la actual España de Zetapé- una reducidísima minoría sumamente ideologizada y con intereses muy oscuros, decidió imponer a todo el pueblo español unos principios que nadie les reclamaba ¿respondían a directrices y órdenes dictadas desde arriba por elites sociales? No me cabe la menor duda. Aquel político, militar, juez, funcionario, empresario, etc., que quisiera hacer carrera rápidamente no tenía más que hacerse miembro de la restringida Masonería. En ese caso, un militar -por ejemplo- pasaba de pelear a muerte contra Ab del Krim en África, a darse mortales codazos en el Ministerio con otros compañeros no menos ambiciosos.

Hoy, con el gobierno de Zapatero, como ayer en la Segunda República, el mérito no cuenta: cuenta la militancia. La militancia en el partido, la militancia en el sindicato, la militancia en la Masonería... A cualquier hijo de un trabajador, que haya estudiado y aspire a un empleo decente, le exigirán un notable currículo y un conocimiento de idiomas que no se exige para llegar a presidente del Gobierno o de la Generalidad de Cataluña. Ahí se llega con la precariedad más absoluta, siempre que los empeños sean los adecuados. Sustitución del mérito personal por la militancia en el grupo de poder.

Hace unos días, un poeta mediano -Gamoneda, amigo personal de Zetapé y actual presidente de la logia masónica en la que sirvió su abuelo- era galardonado con el premio Cervantes de Literatura.

Hace unos días más, al fiscal Santos que, creyendo en el Estado de Derecho, se opuso a seguir las órdenes de Zapatero, de regalarle la libertad a un asesino múltiple de ETA, le han quitado hasta las mínimas herramientas para ejercer su profesión. Otros fiscales gamonedas habrá que le sustituyan y tengan brillantes carreras a cambio de su sumisión a demócratas pumpidos. Y cuando su sumisión llegue a tal límite que permitan a una politiquilla que escriba -al perder su empleo digital- editoriales en el primer periódico del país, entonces su carrera puede ser tan meteórica e injustificada como la de Juan Luis Cebrián.

Veo la televisión, y el Ministerio de dicha politiquilla -que ha llegado ¿cómo no? a ministra- nos previene en un anuncio contra el uso abusivo de antibióticos. Pero no se queda ahí; aprovecha nuestra indefensión para adoctrinarnos sobre los caladeros, la sequía, y qué se yo qué más, porque inmediatamente cambio a otra cadena.

Esa es su educación para la ciudadanía: meternos ideología en inyecciones letales y por donde sea, aprovechando todo y sin respetar nada, venga a cuento o no, esté comprobado o no, respaldado científicamente o no... Agotamiento de caladeros; efecto invernadero; cambio climático; escasez energética; distribución del agua... No es que se quiera informar sobre ello, es que se pretende adoctrinar con las tesis más reaccionarias de la Internacional Socialista y de la extrema izquierda mundial más desnortada y desacreditada tras la caída de las dictaduras socialistas. Y, claro está, que esa doctrina -como el Plan Hidrológico Nacional, del socialista Borrell o la unión contra el terrorismo, de Zetapé- cambia de una cosa a otra según convenga a los intereses electorales de la ultraizquierda socialista.
¿Y cargan contra la espiritualidad -uno de los sentimientos más nobles del Hombre desde que existe- los del mandil, los de la pirámide, los que basan su existencia en el ritual, en la oscuridad, el secretismo y la jerarquía, los que hacen pasar por filosofía la idolatría más ingenua y el espiritismo más primitivo, los supersticiosos contemporáneos? ¿Es esta gente la que va a redactar los manuales de educación para la ciudadanía? Me extraña, porque la izquierda no educa, adoctrina. Además, la ciudadanía comprende connotaciones de ser en libertad y derechos que a nuestra ultraizquierda le causa una horrible sospecha cuando no, simplemente, le repugna.

Movimiento filosófico dicen... ¿Filosófico, de qué? si son una panda de cuates que meten miedo de verdad.

Hace unos meses, Anthony Blair estableció en Gran Bretaña una ley para que aquellos servidores del Estado que militaran en una organización secreta (Masonería) viniesen obligados a aclarar públicamente su condición. Esto si constituye un hito importante en una sociedad limpia, democrática y transparente. Zapatero ya está tardando.