Los extremos se tocan
25/03/2007   Lecturas: 10.119

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La Junta Islámica pide el voto para el PSOE y un castigo electoral para el PP. Por supuesto, no hay nada extraño en ello: dime con quien andas y te diré quien eres, dice inteligente el refrán español; seguro que Otegui pedirá algo muy parecido. En lo que a mí respecta que la Junta Islámica solicite el voto para los socialistas –su verdadero caballo de Troya- garantiza que yo votaré al PP, única forma de castigar electoralmente a la Junta Islámica y a ETA. Se necesita algo más que un genocidio de trabajadores en nombre de Alá para ponerme de rodillas ante los moros, la ultraizquierda y ETA. Con dos cojones.

Es curioso el entendimiento y la concordancia, entre formaciones tan antagónicas como un partido socialista ateo (o francmasón, en el mejor de los casos) abortista, estatalista y contrario a la fe religiosa, partidario de la eutanasia, contrario a la idea de familia, propiciador de las desviaciones sexuales de todo orden, con una formación islamista fanática, que centra en lo religioso todo lo que concierne al individuo, que somete al Estado al poder religioso, que propicia el sometimiento de la mujer a la categoría de cuasi cosa, y al hombre a su sometimiento absoluto al poder religioso.

Mientras, el CIS reconoce que el terrorismo vuelve a convertirse en el primer problema en la percepción de los españoles. Algo esta claro, el fracaso de Zapatero es de tal envergadura que el diario oficial del partido socialista –el diario El País- lleva varios días informando sobre Guantánamo.

Pero sigamos con otro refrán que hace al caso, la política hace extraños compañeros de cama; que si lo juntamos con un tercero, dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, nos dará las tres en raya de la política zetapista que cada día asusta más.

Recién llegado al poder, el PSOE firmó con las principales formaciones de ultraizquierda de Cataluña el que llamaron Pacto del Tinell, por el cual se comprometía a no acordar ningún pacto con el Partido Popular. Después han venido pactos similares o más puntuales, incluso en el orden parlamentario. Lo demás han sido pantomimas de Zetapero llamando a la Moncloa al líder de la Oposición para contradecir la existencia de esos pactos. La estrategia de Rajoy, para qué negarlo, ha ido siempre por detrás de las tácticas del Presidente de Gobierno, al que no se ha atrevido aún a presentar cara como manda la política. Váyase señor González fue la expresión que, dicha a cara de perro, corajuda y tenazmente por el expresidente Aznar –entonces en la Oposición- al entonces Presidente, Felipe González, puso en evidencia que tenía madera de líder, de líder social no de partido, cosa que Rajoy aún no ha logrado.

Todo esto para decir que, desde su llegada a la jefatura del PSOE, Zapatero ha propiciado la formación de coaliciones con toda suerte de formaciones extrañas a sus principios, lo más sectario y extremista que da la nación. Como consecuencia viene la falta de cohesión interna y de principios que arrastra su partido. Les da igual Juana que su hermana, a todo banderín se enganchan, y lo único que les sostiene unidos es la cooptación de poder y su ánimo de lucro.

Zapatero se ha presentado continuamente como ganador de comicios en los que por votos no ha vencido nunca; todo lo contrario, ha ido perdiendo uno tras otro. Comicios en los que se ha juntado con cualquiera para hacerse con los distintos gobiernos o alcaldías, pagando siempre unos precios altísimos a sus socios para conseguirlo. Pero, a cambio, se ha podido presentar como ganador ante su partido, no siéndolo.

Pero en estas aventuras su partido va dejándose jirones de prestigio y fiabilidad. Su eficacia la marca la incompetencia y el desconocimiento de sus socios de gobierno que les acaban contagiando su precariedad y su molicie.

Zapatero a duras penas se sostiene pero, al cabo, uno ya no sabe qué es este PSOE, si una formación nacionalista hasta el independentismo, según los casos; o una formación islamofílica; o una formación de verdes semianalfabetos desorientados; o una formación mafiosa y sin escrúpulos, cuyo único fin es su mantenimiento en el poder; o una formación que quiere superar por la extrema izquierda al Partido Comunista de España; o una formación capaz de pasar de asesinar a terroristas a darse abrazos políticos con ellos (y sus padres, los jelkides del PNV); o una formación independiente o títere de todo tipo de superestructuras (Masonería, Polanco y Grupo Prisa, etc.); o tal vez la mezcla de todo ello, desde el fanatismo de ETA, CiU y el Bloque Nacionalista Gallego, al pragmatismo absolutamente orientado al logro de beneficios económicos de Jesús Polanco. Y todo ello disfrazado con un vestido de increíble buenismo, de los sacados de los fondos de armario de los mayores farsantes que ha conocido el género humano: el Partido Comunista (en este caso, de España).