Pida usted perdón
04/06/2009   Lecturas: 7.216

Catilina

¿Cuántas veces no habrá escuchado esta expresión –paciente lector- a miembros de la izquierda española? Generalmente, suelen ser comunistas quienes empiezan el auto de fe pero, corriendo detrás de ellos, veremos a los socialistas repitiendo el leit motif. Los comunistas saben por qué lo dicen, los socialistas lo dicen porque lo dicen los comunistas (nosotros también somos de izquierda) por sentirse legitimados. Pero una cosa está clara: hagan lo que hagan, perpetren lo que perpetren, usted jamás les oirá a ellos pedir perdón por nada.

Pedir perdón era el paso esencial en el proceso de depuración y liquidación de quien caía en desgracia en el PCUS de Stalin. A partir de ahí, no había vuelta atrás. Todo acababa con su muerte (su asesinato, llamémoslo por su nombre). Ni Yagoda, ni siquiera el gran depurador del NKVD (antes OGPU, antes aún la Cheka y después la KGB) Nicolás Yézhov escaparían a la maquinaria. La gente está hablando mal de tu persona, se dice... que tus hábitos son muy malos. Te digo como amigo que si fallas, vas a ponerte a ti mismo y al partido en una mala posición... le escribe Ordzhonikidze, miembro del Politburó, anunciándole su caída en desgracia (The road to terror: Stalin and the self destruction of the Bolsheviks 1932-1939 de Getty, Naumov y Sher).

Primero era la detención del contrarrevolucionario, para ser ingresado en el edificio del NKVD donde sufría un régimen de tortura que dejaba en mantillas las técnicas de la Inquisición y cuyo fin -como el de ésta- consistía en que el reo viera la luz de cara a su comparecencia ante el partido. En ella, se esperaba que el moriturus pidiera perdón al partido por todos sus errores. Errores que habría estado digiriendo en su celda ayudado por sus torturadores. Si no lo hacía, quedaba claro que debía volver a la celda a reflexionar pero, si lo hacía, la muerte vendría a liberarle rápidamente de sus sufrimientos terrenales. ¿Cómo rechazar una oferta así? Que no son nadie los comunistas compadeciéndose del prójimo.

La muerte que busca la extrema izquierda española hoy es, en buena lógica, simbólica. Se conforman con la liquidación política del adversario tomado como enemigo. Pero el proceso es el mismo y se resume en el pida usted perdón. Conscientes de la relevancia que tiene para ellos ese instante de pública humillación, jamás caerán en hacer una autocrítica por superficial que sea.

Viene esto a cuento de los viajes en avión militar de Rodríguez Zapatero en la precampaña de estos comicios europeos. ¿Tienen tanta importancia estos viajes? Pues... no, pero la adquiere porque Zapatero llegó a la Moncloa prometiendo la sonrisa y el buen gobierno, y su comportamiento está siendo el de un satrapilla norteafricano.

Zapatero no es presidente del Gobierno unas horas y deja de serlo las siguientes, argumenta Rubalcaba. Pues tiene razón. Pero ¿Qué hace Zapatero que no está usando el avión como presidente de Gobierno? Es que nosotros le pagamos el sueldo para que trabaje de eso y no de candidato a nada. Pagamos a un jefe del Ejecutivo para que lo sea a tiempo completo, y no de vez en cuando. Entonces ¿Qué cojones hace sin dar golpe y puliéndose nuestro dinero en vez de gobernar? ¿Tan bien nos va que podemos permitirnos que nuestro jefe de Gobierno zascandilee de pueblo en pueblo diciendo sandeces como un feriante?

Me dirán que Rajoy hace lo mismo, pero el único futuro que tiene Rajoy es ése: decir melonadas de aldea en aldea a ver si mejora su futuro gris oscuro. Rajoy está apoyando al candidato Mayor Oreja porque se juega más que él en el envite. Rajoy no es nadie. Rajoy no dirige la nación.

Pese a la forzada sonrisa, la vis machista, fascistilla y totalitaria de rico de provincias le sale a Zapatero por todos sus poros. Si el uso gratis causa de un transporte militar para actos del partido no está bien, solo queda pedir disculpas por desconocer la costumbre de sus predecesores y pasar el coste al partido. Pero su respuesta es esparcir mierda.

Brilla, por su majadería en el empeño, Pepiño Blanco. Y el argumento de este bobo, que no se calla nunca por no demostrarse un instante de inteligencia, fue primero que Aznar pagaba el avión pero no el helicóptero que le llevaba a pie de avión. Y, no contento con el estrambote, intoxica luego con la protección que le ha puesto su propio Gobierno como ex presidente. Yo solo lo digo. Yo digo que tiene cincuenta escoltas, escucho decir a este miope mental. Es una barbaridad y encima es falso declara luego el representante de las fuerzas policiales, que adelanta que el número es menor, dejando al ministro como un mentiroso compulsivo.

Y yo, mientras escucho todas estas declaraciones, recuerdo a ese Zetapé que trasladaba sus ebúrneas nalgas de veraneo al palacio real de la Mareta precedido por doscientos setenta guardias civiles y dieciséis cocineros. Que es cuando la protección de Aznar –aunque fuera la que dice este bobo nacional- se me hace austera.